21 de marzo de 2012

SIGO AQUI

 ÉL NUNCA SE IRÁ

Christine D'Clario//BUENAS NUEVAS
Ayer fue uno de esos días en donde te levantas siendo justamente la persona que no quieres ser. Muchas cosas contrarias a quien soy se manifestaron en un día tumultuoso. En todo, el lema del día parecía ser la falta de confiabilidad; confiabilidad mental, emocional, física, y la lista continúa. Por un momento hubo tal desespero que sentía como si me hundía en una enorme fosa de mi propia imperfección. La ‘yo emocional’ y la ‘yo racional’entraron en una batalla escandalosa entre mi mente y mi corazón, sus respectivos hábitats.

“Esta no soy yo,” gritaban las emociones y continuaba escalando, “¡Esta absolutamente no soy yo!”
“¿Qué te hace estar tan segura?” preguntó la razón, a su vez enfureciendo las emociones, quien parece no realmente entender la lógica y el razonamiento. “Has fallado a tus propias metas hoy, simplemente no eres tan confiable como creías.”
Dos segundos pasaron y las emociones iniciaron su destrozante disparo de lágrimas e hiperventilación, “ah, que fracaso! Baaaaaah!”
“No es necesario ser tan dramática. Eres tan tonta,” razona la mente.
Si, ya sé. Esta historia parece tan desalentadora, pero se pone mejor. Pronto el cruce de fuegos interiores parecían calmarse y el adormecimiento interior tomó las riendas. En medio de mi frustración conmigo misma, fui forzada a permanecer quieta y callada. De repente pude sentir una voz abrazadora dentro de mi susurrar, “Sigo aquí.”
¡Era Él! Sin truenos, sin relámpagos, sin música, sin luces de atención, y sin nadie más. Sólo Él con esa ternura incomparable de Papá. Esas dos palabras fueron lo único que escuché y sin embargo no necesité ninguna más para realizar lo que estaba sucediendo.
Yo había permitido que mi corazón engañoso cubriera mi luz del día con la sombra de emociones dislocadas. A veces el alma puede ser tan escandalosa, suficiente para irrumpir entre nuestro espíritu y el Espíritu Santo. Pero, cuán humillante e inmerecidamente deleitoso es cuando Él encuentra la mejor manera de mostrarnos que, a pesar de nuestra humanidad, Él aún sigue ahí, en el mismo lugar donde lo dejamos, en ese callado lugar secreto en nuestro interior. “Sigo aquí” fue todo lo que necesitaba para que todos los afanes de hoy desaparecieran en Su inmenso amor por mi.
Él sigue aquí. Él nunca se irá.














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