¿REALMENTE SOY CREYENTE?
Christine D'Clario//BUENAS NUEVAS
Aquí estoy sentada en
un avión y pensando cuál será la fe y creencias de cada pasajero abordo. Cuando
se trata del interior de otros, sólo puedo pensar e imaginar. También me mueve
a reflexionar, ¿qué de mí? Hace algunas semanas compartí en mis redes sociales
una foto de una pareja anciana que se veía muy similar a mi imagen mental de
cómo seremos mi esposo y yo cuando envejezcamos. La mayoría de mis amigos
cibernéticos sintieron la misma ternura que yo al mirarla. Sin embargo, alguien
respondió con un arremetimiento verbal sugiriendo que yo no era creyente y no
esperaba el regreso de Jesús—como profetizado en Apocalipsis—simplemente porque
espero envejecer.
De entrada, ignoré el
comentario como hago con todos los comentarios híper-religiosos. No obstante, todo
este asunto de ser 'creyente' me había lanzado en el medio de una especie de
torbellino continuo de reflexión. No podía sacarme la pregunta de la mente,
¿realmente soy creyente? Luego de semanas de análisis introspectivos encontré
la respuesta a esta válida pregunta. ¿Soy creyente? Si y no…
Probablemente en estos
momentos muchos de ustedes tienen signos de pregunta flotando en sus mentes
como maripositas de primavera. Para otros, a lo mejor esta respuesta les
parecerá absurda, pero sigan leyendo; todo cobra sentido algunas líneas más
adelante. ¿Soy creyente en Dios, el Padre y Creador? Absolutamente. ¿Soy
creyente en Jesús, el hijo de Dios quien vino del cielo a la tierra a vivir
como hombre, murió en la cruz, resucitó y regresará por Sus hijos? Claro que
si. ¿Soy creyente en que el Espíritu Santo es mi guía y mejor amigo? Cada
momento de mi vida. ¿Soy creyente en que mi vida debe detenerse a causa de
estas creencias? ¡Para
nada!
Busco desesperadamente
la presencia de Dios y anhelo el día en que pueda verlo cara a cara y estar con
Él eternamente. Despierto cada día deseando ir a mi hogar celestial. Aún a
pesar de esto, es imposible para mi concebir que mi vida en la tierra no sea
aprovechada al máximo, precisamente por mis creencias. ¿Te imaginas lo que sería
si pasara cada uno de mis días sentada de brazos cruzados porque podría ser mi
último día en la tierra? Es muy posible que sea juzgada por Dios como
irresponsable, como en la parábola de los talentos, en donde uno de ellos fue
reprendido por enterrar el suyo (Mateo 25: 14-30).
Algunas de las otras
cosas en que no creo son: odiar en nombre de falsa justicia, juzgar o condenar
en nombre de religión, labios que dicen "te amo" mientras sus actos
dicen "te desprecio," el hambre que viene cuando otros se rehúsan a
compartir de su abundancia, peleas entre unos y otros cuando la paz es mucho
más fácil de mantener que la guerra, el abuso de los menos afortunados e
indefensos, la enfermedad, el abandono, el quebrantamiento sin mérito, y en
especial la muerte sin escuchar de Jesús porque los hijos de Dios no se atreven
a mostrarles con sus vidas la salvación del Dios que los ama.
Sí creo que por toda
esa gente Cristo murió. También creo que por cuanto Él murió, es nuestro deber
como hijos Suyos compartir el amor de nuestro Dios con otros. A su vez, debemos
vivir un vida plena que sirva como modelo de Su bondad, gracia, y favor,
independientemente de cuán pronto esté su regreso por nosotros. Como solía
decir un sabio temeroso de Dios, “predica el evangelio en todo tiempo; si es
necesario usa palabras.”
Ninguna de mis
creencias jamás podrán ser invertidas en la inutilidad, mas siempre deben ser
invertidas en Dios y lo que Él ha hablado y pedido de nosotros. Levantémonos
por encima de ser meros ‘creyentes’ y comencemos a caminar como ‘vivientes’ de
Su sagrada Palabra (2 Corintios 3:2). Pongamos acción a nuestras creencias para
enmendar a un mundo de creencia errada. Sólo así podremos efectivamente
dispersar la luz del amor del Padre y salvar a un mundo que tanto le necesita.
Al fin, Su amor, Su verdad, y Su gracia es más real que el mismo aliento que
nos mantiene con vida.
¿Soy creyente? Si y
no. ¿Y tu, en qué crees?