¿Qué pasa cuando nos resistimos al proceso de enseñanza y aprendizaje de Dios para con nosotros?
@BuenasNuevasPR
Durante el transcurso de la vida podemos identificar un elemento del que el ser humano no puede desprenderse; su capacidad de aprender.
El aprendizaje es el proceso a través del cual se adquieren o modifican habilidades, destrezas, conocimientos, conductas o valores como resultado del estudio, la experiencia, la instrucción, el razonamiento y la observación.
Según esta definición, nuestro cerebro continuamente está expuesto a diferentes estímulos que provocan a su vez que nueva información entre, sea procesada y archivada. A partir de lo aprendido, diferentes procesos se definen y depuran, entre esos procesos el de toma de decisiones y maduración. Esto es, si deseamos modificar o no una conducta. Pero, ¿qué pasa cuando nos resistimos al proceso de enseñanza y aprendizaje de Dios para con nosotros?
Cuando decidimos aceptar el llamado que Jesucristo nos hace, “Y decía a todos, Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23), tenemos que tener claro que todo nuestro ser (1 Tesalonicense 5:23) sufrirá un cambio. Esto ya que posiblemente tenemos unas conductas las cuales necesitan modificarse y ajustarse de acuerdo a lo que Dios ha establecido en la Biblia. Cuando nos entregamos completamente a dicho proceso debemos tener en cuenta que Dios nos trabajará con Sus manos de Alfarero pero tendrá a la vez cuidado de nosotros en el proceso (Isaías 64:8).
Muchos son los que se resisten a dicho proceso de modificación teniendo como resultado el retrasar el proceso de madurez espiritual y emocional. El apóstol Pablo habló en Efesios 4:17-24 sobre la importancia del proceso de modificar conducta. Resaltó el no continuar en las conductas pasadas y “renovarnos en el espíritu de la mente”. El apóstol Pablo se refiere a esto último a retornar a la santidad en el Señor (Génesis 1:26). Cuando nos resistimos a este proceso comenzamos a dar excusas tales como “Yo no hago daño a nadie”, “Ya me convertí y eso basta”, “Yo escucho música cristiana y adoro todo el tiempo y eso me llena”, etc. Esto solo llevaría a la persona a pensar que puede y tiene autoridad para decirle a Dios cómo hacer Su trabajo. Sin embargo lo que realmente se demuestra es la resistencia a dejar la conducta, modificar, hacer cambios reales y permanentes. La tendencia es a crear un hábito el cual, en muchas ocasiones es difícil de romper. Estos hábitos son en su mayoría, conductas maladaptativas, que influyen en la visión de mundo y sus consecuencias no necesariamente son las más saludables. Siendo de esta manera, poder darte espacio de crecer, dejarte formar, madurar, te llevará a una visión de vida amplia, esperanzada, aterrizada y madura.
El aprendizaje es el proceso a través del cual se adquieren o modifican habilidades, destrezas, conocimientos, conductas o valores como resultado del estudio, la experiencia, la instrucción, el razonamiento y la observación.
Según esta definición, nuestro cerebro continuamente está expuesto a diferentes estímulos que provocan a su vez que nueva información entre, sea procesada y archivada. A partir de lo aprendido, diferentes procesos se definen y depuran, entre esos procesos el de toma de decisiones y maduración. Esto es, si deseamos modificar o no una conducta. Pero, ¿qué pasa cuando nos resistimos al proceso de enseñanza y aprendizaje de Dios para con nosotros?
Cuando decidimos aceptar el llamado que Jesucristo nos hace, “Y decía a todos, Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23), tenemos que tener claro que todo nuestro ser (1 Tesalonicense 5:23) sufrirá un cambio. Esto ya que posiblemente tenemos unas conductas las cuales necesitan modificarse y ajustarse de acuerdo a lo que Dios ha establecido en la Biblia. Cuando nos entregamos completamente a dicho proceso debemos tener en cuenta que Dios nos trabajará con Sus manos de Alfarero pero tendrá a la vez cuidado de nosotros en el proceso (Isaías 64:8).
Muchos son los que se resisten a dicho proceso de modificación teniendo como resultado el retrasar el proceso de madurez espiritual y emocional. El apóstol Pablo habló en Efesios 4:17-24 sobre la importancia del proceso de modificar conducta. Resaltó el no continuar en las conductas pasadas y “renovarnos en el espíritu de la mente”. El apóstol Pablo se refiere a esto último a retornar a la santidad en el Señor (Génesis 1:26). Cuando nos resistimos a este proceso comenzamos a dar excusas tales como “Yo no hago daño a nadie”, “Ya me convertí y eso basta”, “Yo escucho música cristiana y adoro todo el tiempo y eso me llena”, etc. Esto solo llevaría a la persona a pensar que puede y tiene autoridad para decirle a Dios cómo hacer Su trabajo. Sin embargo lo que realmente se demuestra es la resistencia a dejar la conducta, modificar, hacer cambios reales y permanentes. La tendencia es a crear un hábito el cual, en muchas ocasiones es difícil de romper. Estos hábitos son en su mayoría, conductas maladaptativas, que influyen en la visión de mundo y sus consecuencias no necesariamente son las más saludables. Siendo de esta manera, poder darte espacio de crecer, dejarte formar, madurar, te llevará a una visión de vida amplia, esperanzada, aterrizada y madura.
- La enseñanza para vivir saludablemente- “Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir.” (Isaías 48:17)
- Que tu aprendizaje te lleve a nuevos niveles- Solo Jesucristo puede llevarte por el proceso de la restauración y preparación para convertirte en Su discípulo. (Marcos 10:1).
- Esfuérzate, ten disciplina, ama la vida, atrévete al reto- “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” (Josué 1:9)
- No importa cuán difícil se vea el panorama, “no te quites”- “Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu[d] va renovándose cada día. Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades! Así que no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre”(2 Corintios 4:16-18)
Esto quiere decir que tendremos situaciones difíciles, pero no imposibles de manejar y sobrepasar. Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción;”… Pero junto con ese recordatorio también te dejó Su promesa de victoria “pero confiad, Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Solo pregúntate: Si Jesucristo dio Su vida para que tú y yo amaramos la nuestra y a Él y la viviéramos a plenitud, ¿no será El capaz de ordenarlo todo para que a pesar de las circunstancias veas siempre luz al final del túnel? No detengas la carrera, no se trata de velocidad sino de resistencia.
Prosigue mirando al blanco. No te quites y ¡AMA LA VIDA!