Pastora Luz Esther Cadiz// BUENAS NUEVAS
Recientemente compartía con un pastor amigo sobre algunas recomendaciones cuando vamos a visitar misioneros en el campo. ¡Cuán refrescante es una visita cuando servimos en el campo! Esto es así cuando se planifica bien y se va bien orientado. De lo contrario, puede ser un gran dolor de cabeza y hasta dañar el trabajo que con años de dedicación y esfuerzo el misionero ha logrado. Un aspecto sumamente importante es NO HACER PROMESAS.
Cuando vamos a una experiencia misionera, por lo regular, hay una mezcla de muchas emociones. Nos impacta la necesidad que vemos. Nos impacta la receptividad de las personas y su deseo de oír la Palabra de Dios. Esto es común en los países latinos donde gran número de personas viaja cada año, especialmente en los meses de verano. También somos impactados al ver necesidades que con poco esfuerzo pueden ser suplidas. A veces vemos necesidades que para los nacionales no son necesidad. Eso sucede porque lo vemos con los lentes nuestros. En ocasiones, queriendo suplir una necesidad, la creamos. Si suplimos algo que antes no tenían y que no les es sencillo conseguir, les creamos una necesidad que no tenían.
¿Qué quiero decir con: NO HACER PROMESAS? Durante la experiencia misionera es muy común que nos sintamos motivados a solucionar todos los problemas. Entonces hablamos con el misionero o pastor anfitrión y hasta con personas nacionales y nos comprometemos en que les ayudaremos con esto o aquello. Ante el fragor del viaje, nos sentimos que podemos hacer muchas cosas para ser de bendición a esas personas. Eso es excelente, fantástico. El problema está en que la mayoría de las veces no pensamos en cómo lo vamos a lograr. Nos dejamos llevar por la emoción y nos comprometemos. Pero al regresar a casa, volvemos al fragor del trabajo, las actividades, los compromisos, entre otras cosas. Ya no tenemos la misma emoción. El compromiso que hicimos se nos olvidó o nos damos cuenta que no se nos hace tan fácil realizarlo como habíamos pensado.
Recuerdo que en una ocasión un misionero tenía necesidad de un auto. Un líder cristiano se comprometió con ayudarle. Le motivó a comprar el auto porque él se comprometía a cubrir las mensualidades. Cuando el misionero consiguió el auto, volvió a corroborar con esta persona el compromiso de ayudarle y al ser confirmado, él hizo el contrato asumiendo una mensualidad. Lamentablemente, luego de varios meses la persona no pudo seguir cumpliendo su compromiso. ¿Cómo usted se sentiría en una situación como esta? Otros han ofrecido ayudar a comprar una planta eléctrica, o suplirles con una nevera o ayudar a comprar los bancos de la iglesia o ayudar a pagar los estudios de los hijos de los misioneros. Las experiencias frustrantes y dolorosas son muchas. El misionero se ilusiona al ver la respuesta a su oración y luego… ¿Cómo cree que afecta esto al avance de la obra misionera?
NO HACER PROMESAS no significa que no ayudemos a los misioneros. Implica que lo trabajemos de otra manera. Salomón nos dice: “Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas. No dejes que tu boca te haga pecar…” (Eclesiastés 5:4-6) ¿Qué debemos hacer? Si realmente desea comprometerse con suplir esa necesidad, recomiendo lo siguiente: escríbala, ore al Señor y trabaje hacia ella tan pronto aterrice en su casa. No lo deje enfriar. Una vez está en curso, comuníquese con el obrero para que coordine más detalles. Una buena intención no es suficiente, hace falta ACCIÓN. Los obreros en el campo necesitan nuestro apoyo y sensibilidad. Un poco de esfuerzo hace una gran diferencia. Le animo a dejarse usar por el Señor apoyando correctamente la obra misionera.
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