4 de noviembre de 2013

JÓVENES: ¿CÓMO SALÍ DE UNA RELACIÓN DE MALTRATO?

Joven Cada Dia

Erika Mishel// BUENAS NUEVAS
Joven Cada Día 

Tenía 19 años y cursaba mis primeros semestres en la universidad. Algunos meses atrás había terminado mi primera relación de noviazgo, la cual comenzó cuando tenía 17. No tenía mucha experiencia en estas “cosas de amor”, (aunque creo que nunca se tiene toda la experiencia necesaria), y lo conocí. Lo conocí por un grupo de jóvenes cristianos. El me habló, lo cual fue bueno para mí, saber que le había llamado la atención a alguien. Comenzamos a conversar, por lo cual conocí que tenía 25 años, era un joven pastor de una iglesia cercana a mi pueblo, y sobre todas las cosas, percibía un fuerte interés hacia mí. 


Tal fue mi interés ante esta nueva amistad, que para olvidar aquel dolor de la ruptura de mi relación anterior, pensé inocentemente que este nuevo amigo era la contestación a mis oraciones. Mi familia y yo estábamos encantados (la palabra ideal) con todo esto, excepto mi hermana mayor, quien siempre pensó que había algo raro en esta situación. A las jóvenes cristianas se nos enseña desde pequeñas a esperar ese príncipe azul, ese hombre que ama a Dios que nos tratará con respeto y honor, que nos escoja. Para mí, él lo era.

Una tarde me pidió que fuera su novia. Debo aceptar que algo muy fuerte dentro de mí me gritaba que no aceptara, pero mi inocencia, miedo y heridas pasadas me obligaron a decir un tímido “sí”. En ese instante comenzó una de las pesadillas más grandes de mi vida. Todo lo que componía mi diario vivir comenzó a enredarse entre mentiras y máscaras, pero sobre todo, un sentimiento que jamás había experimentado reflejo de una acción que jamás había recibido. En solo cuestión de semanas, ese príncipe azul, “hombre de Dios”, en quien confié, y quien aseguraba que sería yo su futura esposa, comenzó a maltratarme emocionalmente. Hoy, mientras escribo estas líneas, le agradezco una vez más a Dios por permitirme salir de esto antes de que todo empeorara.

Su maltrato hacia mí fue evidente en muchos aspectos, solo que yo no lo podía ver. En realidad, vivir la ausencia de mi padre a tan corta edad me dejó con la sensación de no saber nada sobre un hombre. Es decir, no sabía qué podría esperar de un hombre ni qué buscaban ellos en una mujer. Por lo tanto, todo lo que recibía de parte mi “príncipe azul” era lo correcto para mí, aunque sintiera un profundo vacío en mi alma.

Poco a poco me fue alejando de mis amigos, mis verdaderos amigos, hacía promesas falsas de ayudar a mi familia en cosas que en su mayoría nunca cumplió, descuidó totalmente su apariencia física y me obligaba a vestirme como él quería, no le gustaba que me maquillara pues decía que eso no era “cosa de mujeres cristianas”, dejó totalmente de ser cariñoso conmigo, me decía que si él me dejaba nadie más me iba a querer. Yo le creí.

Mi sueño se convirtió en un mismo infierno. No podía decirle nada a mi madre o mi hermana porque él tenía todo controlado. Me sentía comprometida. Finalmente, descubrí que además de todo, era un mentiroso, y todas aquellas cosas que había conocido de él eran falsas. Un día, no pude más, me armé del poco valor que me quedaba y terminé la relación. De más está decir, que al igual que en todo patrón de maltrato, él comenzó a buscarme, perseguirme y suplicarme que regresara con él. Gracias a Dios, esta vez tuve el valor de decir NO.

Este es un tema del cual no suelo hablar, pero tuve una inquietud por meses de escribir sobre esto. Somos muchas las jóvenes que caemos en estas trampas. Las razones son varias: no estamos orientadas sobre el tema del maltrato, tenemos miedo a estar solas, pensamos que esta es la única persona que nos va a amar, pensamos que nunca nos va a pasar a nosotras, buscamos aprobación o nos sentimos presionadas. Por las razones que fueron, yo caí. Y, aunque no relato todos los detalles, la historia fue pesada y dolorosa. ¡Cuánto daño puede hacer una persona a alguien que dice amar! Tuve que restaurar toda mi visión de mí misma, entender que yo era especial, que tenía valor. Tuve que aprender a vivir sin miedo. Miedo a que esta persona volviera a aparecer, miedo a que mi vida jamás fuera a florecer y me convirtiera en víctima de mi propia insuficiencia.

Tuve miedo de que sus palabras fueran ciertas, tuve terror de que ningún muchacho me mirara luego de esta relación, pero aun así dije: ¡Es suficiente!

Si sientes que estás en una relación de maltrato, en la cual no se te está honrando como toda persona merece, si tus opiniones no cuentan, haces cosas que te hieren o te hacen sentir mal para complacer a tu pareja, recibes insultos, golpes, empujones, infidelidad, o hasta celos excesivos y enfermos, puedes estar en un patrón de maltrato. La violencia no solamente ocurre en el matrimonio. En la etapa de noviazgo el maltrato también puede ocurrir. No es normal que alguien quiera golpearte, no es normal que te griten, no es normal que controlen desde lo que comes hasta cómo te vistes. No es normal que tu pareja te obligue a tener relaciones sexuales si no lo deseas.

No importa cuánto te diga tu pareja que te ama si sus acciones no van de acuerdo a sus palabras. Este artículo es sólo el comienzo de una iniciativa de orientar a los jóvenes y adolescentes en cuanto al tema del maltrato en el noviazgo. La familia es la institución más importante y de mayor valor, el noviazgo es el comienzo de la familia. Mereces ser amado y respetado; comienza por amarte y respetarte tú.

Busca ayuda, habla con un familiar, amigo, policía, maestra, trabajador social o con tu líder juvenil, pero no te quedes en silencio.


Erika M. 
¡Nuestra misión eres tú! 
© 2013, Joven Cada Día 

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