Apóstol Jose R. Alvarez// BUENAS NUEVAS
irecpr.comGénesis 27:34-36,41
Hay algo en el interior de cada persona que desea ardientemente la bendición de los padres. En los tiempos modernos, nosotros no hemos entendido el significado de la bendición de los padres. Ambos Jacob y Esaú conocían el poder de la bendición del padre.
Cuando hablamos de bendición no estamos hablando de halagos, ni lisonjas, ni zalamerías, ni adulación. Estamos hablando de la impartición de Dios de identidad y destino en la vida de las personas. Identidad es simplemente la contestación a las preguntas: ¿Quién soy yo? ¿Quién es ese yo con el cual yo tengo que vivir cada día de mi vida? Destino es la contestación a la pregunta: ¿Por qué estoy yo aquí? ¿Cuál es mi propósito?
Dios o satanás pueden contestar estas preguntas en nuestros corazones. No obstante, ninguno de los dos tienden a impartir mensajes de identidad y destino directamente sino que operan por medio de agencias humanas. Como cuestión de hecho, Dios estaba tan concernido que cada uno de nosotros recibiese Su impartición en lugar de la del diablo que Él puso Sus agentes en cada una de nuestras vidas para asegurarse que eso aconteciese. Esos agentes se les llaman padres.
La bendición es el mecanismo del Dios para establecer la identidad y destino en el corazón. Sin ella, muchas personas se pasan toda la vida tratando de establecer en sus propias formas los asuntos internos de identidad y destino. ¿Soy de algún valor? ¿Pertenezco? ¿Tengo algún propósito? Dios intento que estas preguntas fuesen contestadas y que el corazón alcanzase reposo por medio de una bendición del padre que se decretase en el tiempo de pubertad. Esto fue intentado por Dios para todas las personas que nacieran en el planeta Tierra. Todas las culturas en la Tierra tienen algún tipo de rito para el paso de la pubertad a la adultez, excepto nuestras culturas occidentales. Obviamente, esto no es un accidente. Dios instituyo estas tradiciones, ceremonias y ritos de paso de la pubertad a la adultez en todas las culturas del mundo. En algunas culturas, el diablo ha pervertido la tradición, pero en nuestra cultura él ha erradicado totalmente toda traza de la intención original de Dios.
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