por José González// Especial para BUENAS NUEVAS
mcpf01@gmail.com
Se piensa que el suicidio es una forma de morbilidad que se suscribe a nuestros tiempos. Sin embargo, esta forma de atentar contra la vida se remonta a siglos atrás. Podemos definir el suicidio como el acto de quitarse voluntariamente la vida. Este comportamiento se ve en nuestra sociedad como un acto de cobardía y de personas “locas”. Podemos constatar la existencia del comportamiento suicida desde hace mucho tiempo atrás y no necesariamente se ve de la misma forma que en nuestra cultura.
En la Europa Antigua, sobre todo en el Imperio Romano, el suicidarse se consentía e incluso era considerado como un acto honroso. El filósofo Séneca lo veía como el acto último de una persona para ser libre. El filósofo Sócrates prefirió el suicidio mediante el tomar la copa del letal “cicuta” (planta la cual su sumo es venenoso) antes de ser desterrado. En Japón se practicaba el “Hara kiri”, que consistía en desentrañarse con una daga por haber cometido una falta o para salvar el honor de una familia. En la India, se llevaba a cabo el “suttee” donde la viuda del fallecido debía inhumarse (enterrarse viva) en la pira funeraria de su esposo. Como podemos ver, en otras culturas el suicidio tiene otro significado, pero la realidad es que la vida solo la da y la quita Dios.
Durante los últimos años hemos visto cómo los problemas de divorcio, desempleo, asesinatos, uso de sustancias, corrupción en los gobiernos y escándalos en algunas de las comunidades de fe, han traído una decadencia a nuestra sociedad. Más aún, vemos cómo nuestros jóvenes se ven afectados por tales eventos, los cuales son el resultado de una desintegración de los valores morales y sociales.
Es durante esta etapa de la vida, donde existen unos cambios los cuales es importante reconocer, para así poder ayudar a los jóvenes a desarrollar buenas destrezas de comunicación y manejo de situaciones estresantes. Esto con el fin de que, ante tales situaciones, puedan encontrar soluciones apropiadas y mejorar su calidad de vida. Lamentablemente, la realidad es que hemos dejado a un lado esta encomienda y como resultado, nuestros jóvenes han tomado como alternativas a tales situaciones, el involucrarse en actividades que van en detrimento de sus vidas. Aspectos como la lírica con mensajes negativos de la música, amistades negativas, uso de sustancias, practicar el ocultismo, activarse sexualmente a temprana edad, son algunas de las supuestas soluciones que han encontrando. ¿Por qué?, sencillamente por no haber encontrado una respuesta correcta a sus preguntas. Al final encontramos que los jóvenes, hastiados de una vida sin sentido, llegan a un extremo donde se sienten en un callejón sin salida.
Es aquí donde, buscando una nueva respuesta, encuentran el suicidio como la única alternativa para acabar con su dolor y angustia. Argumentamos que nuestros jóvenes son el Puerto Rico del mañana, pero ¿cuál es ese mañana si su presente está plagado de incertidumbre, inestabilidad y desamor?
Podemos ver cómo el suicidio tiene un significado diferente en cada cultura. Pero lo importante es que no importa cómo las diferentes culturas disfracen el suicidio, el fin es el mismo; acabar con la vida de la persona. Esto no es lo que Dios quiere para nosotros, sino que tengamos vida eterna en Él (1 Juan 5:11). El Dr. José A. González es psicólogo y doctor en ministerial con concentración en consejería psicológica. La información aquí contenida es un extracto de su libro La Decisión Final, el cual estará disponible nuevamente en edición revisada.
Se piensa que el suicidio es una forma de morbilidad que se suscribe a nuestros tiempos. Sin embargo, esta forma de atentar contra la vida se remonta a siglos atrás. Podemos definir el suicidio como el acto de quitarse voluntariamente la vida. Este comportamiento se ve en nuestra sociedad como un acto de cobardía y de personas “locas”. Podemos constatar la existencia del comportamiento suicida desde hace mucho tiempo atrás y no necesariamente se ve de la misma forma que en nuestra cultura.
En la Europa Antigua, sobre todo en el Imperio Romano, el suicidarse se consentía e incluso era considerado como un acto honroso. El filósofo Séneca lo veía como el acto último de una persona para ser libre. El filósofo Sócrates prefirió el suicidio mediante el tomar la copa del letal “cicuta” (planta la cual su sumo es venenoso) antes de ser desterrado. En Japón se practicaba el “Hara kiri”, que consistía en desentrañarse con una daga por haber cometido una falta o para salvar el honor de una familia. En la India, se llevaba a cabo el “suttee” donde la viuda del fallecido debía inhumarse (enterrarse viva) en la pira funeraria de su esposo. Como podemos ver, en otras culturas el suicidio tiene otro significado, pero la realidad es que la vida solo la da y la quita Dios.
Durante los últimos años hemos visto cómo los problemas de divorcio, desempleo, asesinatos, uso de sustancias, corrupción en los gobiernos y escándalos en algunas de las comunidades de fe, han traído una decadencia a nuestra sociedad. Más aún, vemos cómo nuestros jóvenes se ven afectados por tales eventos, los cuales son el resultado de una desintegración de los valores morales y sociales.
Es durante esta etapa de la vida, donde existen unos cambios los cuales es importante reconocer, para así poder ayudar a los jóvenes a desarrollar buenas destrezas de comunicación y manejo de situaciones estresantes. Esto con el fin de que, ante tales situaciones, puedan encontrar soluciones apropiadas y mejorar su calidad de vida. Lamentablemente, la realidad es que hemos dejado a un lado esta encomienda y como resultado, nuestros jóvenes han tomado como alternativas a tales situaciones, el involucrarse en actividades que van en detrimento de sus vidas. Aspectos como la lírica con mensajes negativos de la música, amistades negativas, uso de sustancias, practicar el ocultismo, activarse sexualmente a temprana edad, son algunas de las supuestas soluciones que han encontrando. ¿Por qué?, sencillamente por no haber encontrado una respuesta correcta a sus preguntas. Al final encontramos que los jóvenes, hastiados de una vida sin sentido, llegan a un extremo donde se sienten en un callejón sin salida.
Es aquí donde, buscando una nueva respuesta, encuentran el suicidio como la única alternativa para acabar con su dolor y angustia. Argumentamos que nuestros jóvenes son el Puerto Rico del mañana, pero ¿cuál es ese mañana si su presente está plagado de incertidumbre, inestabilidad y desamor?
Podemos ver cómo el suicidio tiene un significado diferente en cada cultura. Pero lo importante es que no importa cómo las diferentes culturas disfracen el suicidio, el fin es el mismo; acabar con la vida de la persona. Esto no es lo que Dios quiere para nosotros, sino que tengamos vida eterna en Él (1 Juan 5:11). El Dr. José A. González es psicólogo y doctor en ministerial con concentración en consejería psicológica. La información aquí contenida es un extracto de su libro La Decisión Final, el cual estará disponible nuevamente en edición revisada.
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