@ErikaMichael12
Vivimos en un mundo súper tecnológico y rápido, donde preferimos los mensajes de texto o por “WhatsApp” antes que una llamada o tal vez sentarnos con alguien a tomar un café (o chocolate, para los que no son cafeteros). Estamos más expuestos a conocer a las personas a través de las redes sociales: por conversaciones a través del chat de Facebook, por las fotos (llenas de filtros) que suben diariamente en Instagram o por los ‘tweets’. Por estos medios logramos tener acceso a muchísima información que puede llamarnos la atención y llevarnos a interesarnos y querer conocer a alguien. Logramos saber desde a qué se dedica, su pasatiempo, color, comida y restaurante favorito, hasta sus sueños y metas. La realidad es que, en un comienzo, solo vamos a conocer de una persona: 1) lo que hemos visto en la investigación cautelosa y discreta que hemos hecho de sus cuchucientas fotos y del ‘timeline’ desde que abrió Facebook, 2) lo que nos dice de sí misma o 3) cómo ha actuado delante de nosotros las veces que se ha vestido con su mejor ropa y su despampanante sonrisa para ir al cine contigo.
A pesar de que estas redes sociales, conversaciones y “dates” pueden ser sumamente útiles para conocer ciertas áreas de la vida de una persona, también se pueden prestar para conocer solo sus “lados bonitos” o terminan careciendo de profundidad. Pues, por lo regular, nadie quiere mostrar sus áreas de oportunidad o debilidades cuando se está en el proceso de “conocer” a alguien que le interesa. Nos da miedo que podamos hacer algo que los aleje, por lo que tendemos a evitar mostrar quiénes somos cuando estamos molestos (por ejemplo) o preferimos ocultar aquellas maletas que cargamos llenas de emociones de culpa, orgullo, celos, inseguridades o historias del pasado de las que nos avergonzamos. Y es que, por lo regular, tendemos a presentar una máscara de lo que queremos llegar a ser y no lo que realmente somos.
Entonces, dentro de un mundo tan superficial y rápido, ¿cómo sé si realmente conozco a la persona que me interesa, con la que estoy saliendo o con la que estoy comenzando una relación? No creo que exista una fórmula que nos conteste esta pregunta. El proceso de conocer a una persona de manera profunda no es tan sencillo como solemos pensar y sin duda alguna requiere tiempo, paciencia y dedicación. Sin embargo, entiendo que hay un área que solemos abandonar, esquivar o ignorar cuando estamos en este proceso: la espiritualidad. ¿Ah? Sí, sé que es una palabra sumamente abarcadora y un área complicada, pues no la podemos ver a simple vista y no es algo de lo que se acostumbra a hablar. Solemos dar por hecho que la parte “espiritual” está ‘set’ cuando marcamos el ‘check mark’ de que la persona es cristiana.
Pero, ¿sabemos cómo esta persona manifiesta sus emociones?, ¿cómo es su relación e intimidad con Dios?, ¿qué lugar ocupa Dios en su vida?, ¿cuán constante o auténtica es su fe? Estas son algunas de las tantas preguntas que no se contestan con palabras, pero que mostrarán quién realmente es la persona y se reflejarán en su estilo de vida. Pues, es en nuestra relación con Dios, en nuestra intimidad con Él y en la profundidad de nuestros corazones donde se encuentra nuestro verdadero tesoro, es quienes realmente somos, lo que nos define y lo que permanece. Pablo, en Gálatas 5:22-23, nos da un “la” del resultado o de lo que sucede cuando vivimos en el camino de Dios. Nos dice que nuestra vida va a producir y reflejar: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
¿Te conoces a ti mismo en esta área? Para dos personas estar en la misma página necesitan primero tomarse el tiempo de conocerse a sí mismas, saber lo que quieren y hacia dónde desean ir. Una vez nos conocemos a nosotros mismos, podemos mostrar quiénes realmente somos y trabajar en aquellas áreas “grises” de nuestra vida. Pues conociéndome primero a mí, voy a ser capaz de escoger conocer personas que vayan acorde con las cualidades que complementarán mi vida. No buscando satisfacer mis necesidades o completar aquello que me falta, sino lo que nos permita a ambos llevarnos de la mano, aprender y crecer juntos.
Así que te reto a que busques conocerte y conocer a esa persona dejando las superficialidades y clichés a un lado, atreviéndote a ir a lo más profundo aunque asuste lo que puedas encontrar. A que dejemos de escuchar solo lo que nos conviene o lo que nos gusta de la persona, y vayamos en búsqueda de conocer en dónde está su tesoro, pues allí también estará su corazón (Mateo 6:21). Creo que así lo hicieron nuestros papás, nuestros abuelos o los ‘viejitos’ que, aun después de tantos años juntos (sin tener Facebook o Twitter que los ayudara), andan agarrados de manos, y lograron hasta armonizar sus latidos para que sus vidas estuvieran en una misma melodía.
Después de todo, no querrás estar con una persona “desconocida”, sino con alguien que aun sabiendo tus debilidades sea capaz de complementarte y juntos puedan tener una sola brújula que los lleve agarrados de las manos en una misma dirección. Claro que la apariencia será la que capte tu atención en primera instancia, pero es su personalidad, sus valores, su fe, su espiritualidad, su corazón y aquellas cosas intangibles lo que hará que quieras que se quede… ¿Qué crees, nos conocemos?
Escrito por: Juliannys Acevedo
@ErikaMichael12
Construyendo relaciones saludables.
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