2 de diciembre de 2012

De la profundidad del mar a la presencia de Dios

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Redacción // Buenas Nuevas
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Se supone que jugar baloncesto y pelota en el barrio, correr bicicleta, ir a la playa los fines de semana y jugar G.I. Joe con sus amiguitos eran sus prioridades. Claro, simplemente era un niño que tenía una vida por delante. Pero, lo que no sabía era que su vida iba a tomar otro rumbo inesperado. Y es que la curiosidad mató la inocencia de aquel chiquillo. 

Este fue el caso de Alex Rodríguez quien, con apenas 11 años de edad, tomó la decisión de probar la marihuana lo que lo llevó a sumergirse en el mundo de las drogas por 17 años. Aún en esa circunstancia, Dios usaba a personas que se le acercaron para ayudarlo, pero él resistía ese llamado que constantemente le hacían. 

Lo que Alex no sabía es que Dios quería que estuviera en Su presencia para restaurarlo. Y ahí fue que tocó fondo, pues una semana luego que le habían insistido para que asistiera a un culto, Alex se quedó en la calle. Sin dónde dormir, ni qué comer se quedó deambulando. Días después volvió en sí y le pidió a Dios un lugar donde dormir a cambio de entregarle su vida.

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Y así fue. Un amigo le consiguió un apartamento y tan pronto lo limpió, se arrodilló y comenzó a clamarle a Dios. “El Espíritu Santo quitó toda esa cosa rara que había en mí. Quitó toda la tristeza, todo dolor y toda amargura y cambió mi vida totalmente”, comentó Alex para BUENAS NUEVAS.
 
A sus 28 años de edad, su comienzo en la presencia de Dios marcó su destino por completo. Comenzó a asistir a una iglesia y a rodearse de amistades que lo edificaban. Sin embargo, aunque dio un giro de 180 grados y le dio la espalda al mundo de las drogas, tuvo algunas otras luchas. La falta de finanzas hizo que se fuera de Puerto Rico para trabajar en St. Thomas como buzo comercial donde sufrió un accidente. 
Mientras trabajaba en las profundidades del mar Alex se quedó sin oxígeno y parecía que la muerte quería sacarlo por completo del propósito de Dios porque esta vez, literalmente, tocó fondo, el fondo del océano. Sus compañeros de trabajo intentaron socorrerlo y, con mucha dificultad, lograron sacarlo del mar. El panorama no parecía nada alentador, pues su cuerpo entero esteba lleno de agua y se había hasta inflado llegando a pesar hasta unas 300 libras. 

Alex estuvo en coma, entubado y sin posibilidades de vivir. Sin embargo, la gracia de Dios le devolvió la vida al quinto día. De ahí en adelante, Alex está firmemente sirviéndole a Dios. Actualmente, trabaja en el ministerio LIP Ministry de la Iglesia Casa de Adoración, en Hatillo donde llevan la palabra a los jóvenes en la playa y está levantando su propio negocio de comida.


De la profundidad del mar a la presencia de Dios


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