16 de noviembre de 2015

Un saludo a los hijos de pastor

blog de jovenes

Erika Michael // Buenas Nuevas
@ErikaMichael12
Cuando era niña quise ser muchas cosas, desde patinadora sobre hielo hasta bióloga marina. Y, ¿por qué no?, cantante o modelo. Evidentemente, no fui ninguna de las anteriores. Elegí estudiar trabajo social en la universidad, y esta fue una de las mejores decisiones de mi vida. Lo que realmente nunca esperé y nunca soñé de niña fue que algún día cargaría un título mucho más retante y temido que el del pastor…ser hija de pastor.


Hace cerca de 12 años, mi madre, mi hermana y yo comenzamos la gran aventura del ministerio pastoral. Dirigimos una pequeña congregación en el pueblo de Cataño. Una iglesia genuina, imperfecta, muy familiar y con un corazón de servicio que cada vez me sorprende más. A diferencia de algunos de ustedes, hijos de pastor, nosotras no comenzamos este camino siendo niñas, sino adolescentes.

Para aquellos que leen esto por primera vez, ser hijo de pastor (en mi caso, de pastora), se convierte en un reto para nuestro crecimiento natural como jóvenes en el aspecto emocional, físico, en las relaciones y espiritualmente hablando. ¿Por qué? Porque el mundo entero puede equivocarse, excepto un hijo de pastor. La visión que se tenía hace algunos años, y que un poco conservamos hoy, es que el hijo de un pastor debe tener la conducta más perfecta alguna vez soñada.

Se nos “ata” conductualmente con un verso bíblico muy interesante:

“…pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?” 1 Timoteo 3:5

Y esto es completamente cierto. Es difícil creer que alguien sea capaz de dirigir sabiamente la iglesia si su casa y familia está echa un desastre. Sin embargo, este pensamiento nos encajonó en una idea incorrecta de santidad.

Ser hija de pastora no ha sido nada fácil, y te puedo asegurar que he fallado mil veces en mi intento por “encajar” en el rol de hija de pastora. Sin embargo, he sobrevivido, y aquí les dejo unas razones que me han sostenido:

  • Dejé de tenerle miedo al legado: Una de las cosas que siempre dicen cuando eres hijo de pastor es que serás pastor algún día. La realidad es que aunque amo el ministerio juvenil, no aspiro a ser pastora. Pero cada vez que alguien me señalaba como la sucesora de mi madre, eso me aterraba tanto que prefería ni siquiera ser la hija de la pastora. Así que decidí creer que Dios conocía mi camino más de lo que yo lo conocía y Él me guiaría a cualquiera fuera mi futuro. Decidí no escuchar las voces que me inquietaban y comencé a creer las promesas de Dios para mí.
  • Acepté mis imperfecciones: La carga por ser la “hija perfecta digna de una familia pastoral” me pesaba tanto que acababa por hundirme en conductas que no me favorecían. Entonces, decidí que aceptaría ser quien yo era, independientemente de si actuaba o no como las personas esperaban que lo hiciera, siempre y cuando fuera honesta con Dios. Esto no significaba que tenía una licencia para pecar o hacer “lo que me diera la gana”, que muchas veces lo hice. Significaba que sabía que mi conducta sería reflejo de cuán honesta era con Dios sobre mis sentimientos y mis ideas. Esto me permitía aprender y crecer, y siempre hallé en Dios un lugar de refugio en medio de mis caídas y mi dolor. 
  • Amé más profundamente a mi madre: Ciertamente, algo que cambia radicalmente en ti cuando ere hijo de pastor es la visión que tienes de tus padres. Mi mamá es una mujer de fuerte carácter, y yo lo heredé de ella. Pero descubrí cómo Dios iba dando forma a sus emociones y su carácter mientras la usaba para amar y cuidar a su iglesia. Pude verla muchas veces llorar por la gente, orar por ellos, incluso, pasar noches sin dormir pendiente a alguna necesidad de su gente. Descubrí que mi madre era más que una mujer que me mandaba a lavar los platos y me exigía llegar temprano a casa (sí, todavía lo hace a mis 29 años jaja). Ella tenía algo de Dios que la hacía destacar y comencé a amar eso en ella. Decidí que la compartiría con otros, aunque eso significara perderla un poco. 

¿Ves? Ser hijo de pastor tiene sus sacrificios. Pero la realidad es que todo esfuerzo tiene su recompensa. No sé qué seré finalmente en el futuro, pero sé que si sigo el mismo Dios hermoso que ella me ha enseñado, Él nunca me va a soltar.

Un saludo a todos los hijos de pastor que han decidido renunciar, que han pensado que es una carga muy pesada para ellos, que piensan aún que deben ser perfectos e ideales…les tengo una buena noticia, Dios no espera eso de ti. Si te escogió para ser hijo(a) de un(a) pastor(a) es porque ha puesto en ti el corazón correcto para sostener a tus padres cuando lo requieran y para aprender a amar de la forma más bella que existe: como Jesús nos enseñó. 


joven cada dia







@ErikaMichael12
Construyendo relaciones saludables.
© 2015, Joven Cada Día
http://www.jovencadadia.com


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