6 de julio de 2015

Los niños son como esponjas, procuremos que absorban lo bueno.

los ninos

Amneris Meléndez // Buenas Nuevas
@Amneris_Melende

Con el tema de la sequía y el racionamiento del agua he tratado de explicarles a mis hijos que hay que cuidar ese valioso recurso y enseñarles a darle un buen uso. Mi hijo mayor tiene 5 años y ha entendido el asunto mucho mejor que el menor quien tiene 2 años. Hace varias noches llovió y cuando en la mañana salimos al patio él se percató de que el suelo estaba mojado, me miró emocionado y dijo: “Ay mamá, gracias a Dios que llovió.


Yo me asombré y me sentí muy feliz por varias razones. Primero, él estuvo atento a las enseñanzas que le di con relación a la falta de agua que atravesamos en nuestro país. Segundo, mi niño está claro de que es Dios quien nos puede ayudar y proveer los que necesitamos, incluyendo la lluvia. Y tercero, su gran sensibilidad y sentido de agradecimiento, ya que inmediatamente se percató de que había llovido, dio gracias a Dios.

Que mucho tenemos que aprender de nuestros hijos. Primero, debemos estar siempre atentos a las enseñanzas y lecciones que nuestro Padre nos da. Segundo, confiemos siempre en Dios ya que es el único que nos puede ayudar a salir de la crisis que enfrentamos. Y tercero, demos gracias a Dios en todo momento con un corazón sensible y agradecido.


“Den siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre”. (Efesios 5:20 NBH)

Los adultos muchas veces subestimamos la sabiduría de los niños y pensamos que ellos no entienden “las cosas de adultos”. Seguramente te ha pasado que has escuchado a tus hijos repetir algo que estuviste conversando con alguien más y pensaste que ellos no estaban atentos a tu conversación. Estamos todos de acuerdo en que los niños son como esponjas, así que procuremos que absorban lo bueno.

Por esta razón, es importante que le hablemos y expliquemos a los niños, de manera que ellos puedan ir entendiendo, según su edad. Dejémoslos ser niños y cuidemos lo que hablamos delante de ellos, ya que ellos comprenden mucho mejor de lo que creemos. Pero si intencionalmente vamos a hablar, hagámoslo con cautela, velando siempre por su bienestar emocional y sicológico. Que como niños al fin, puedan disfrutar su infancia y exclamar a viva voz llenos de felicidad: ¡Ay, mamá qué bueno!

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Amneris Meléndez 
@Amneris_Melende
 
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