2 de enero de 2014

ESTILO DE VIDA: CELEBREMOS EL AMOR MÁS GRANDE…

Joel Hernández// BUENAS NUEVAS 
Grupo Puerto de Milagros
Es posible que para algunos no sea difícil creer que nuestro Creador nos amó y quiso que nos acercáramos más a Él, aun cuando nuestro pecado había creado una profunda fisura entre nosotros. Pero lo que debe ser una maravilla absoluta para todos nosotros es todo lo que Él estuvo dispuesto a hacer para salvar ese abismo y estar con nosotros.


El pesebre es un testimonio impactante del amor del Dios nuestro, y de su compromiso de traer a su creación de nuevo a Él. Aunque Jesús vino a este mundo en un manto de debilidad, no hubo ninguna debilidad en la manera como Él vino a nosotros. Solo un poder infinito pudo realizar ese milagro. Nuestro cuerpos humanos contienen un estimado de 100 trillones de complejas células. Somos maravillas de la clase más compleja de ingeniería. Imaginemos solo el tratar de humillarnos para convertirnos en la célula microscópica que éramos cuando comenzó nuestra vida.

¿Que clase de conocimiento, creatividad y poder fue necesario para que el Creador eterno se convirtiera en un bebé, sin dejar de ser el Dios que era?. ¿Cómo podríamos nosotros colocar todos los grandes océanos del mundo en un diminuto dedal?. ¿Cómo podríamos nosotros colocar todo el poder del universo en una hebra de ADN?. ¿Cómo pudo “quien todo lo lleva en todo:” (Efesios 1:23) limitarse a si mismo a un útero humano, y aún así ser capaz de llenar todo?, ¿Hay poder en su humildad?. ¿No fue también un milagro, si Él lo hizo todo de la nada?. En Jesús la humildad y la senilidad no son la misma cosa. En nosotros lo son a menudo; debemos ser lo suficientemente humildes para reconocer nuestra debilidades, a fin de que el poder de Dios pueda ser perfeccionado en nosotros. Sin embargo, desde el principio, la fragilidad humana de Cristo nació de su gran poder. 


Aquel que es inmensurable en su grandeza, estuvo dispuesto a ser contenido en un cuerpecito tan liviano que uno podía haberlo levantado con una mano. Aquel que todo lo sabe, y que ve toda la actividad que hay en las galaxias invisibles para nosotros, permitió que su mente se limitara a la de un bebé. Aquel cuya palabra hizo que existiera el universo, se permitió llorar con frases ininteligibles, incapaz de comunicar aun sus necesidades más básicas. El que tiene legiones de ángeles poderosas bajo su control, confió su bienestar a un pobre carpintero y a su esposa adolescente.

Así que esta navidad, al contemplar al pequeño bebé en el centro del pesebre de la natividad, reflexione en las alturas de la cuales Él vino, y el alcance del poder que tuvo antes de que el tiempo existiera. Reflexione en que nadie, en toda la historia, ha renunciado a más o fue a tales extremos por amor. Aun antes de que Él viviera su vida al lado nuestro y que sacrificó por nosotros en otro acto milagroso de redención, Él nos mostró el misterio de su amor incomparable, aun como un recién nacido que lloraba acostado en un pesebre. Ten presente que Cristo viene. A todos mis amados amigos y hermanos, Feliz Navidad.

Escrito por: Iris N. Torres Padilla




BUENAS NUEVAS
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