23 de marzo de 2015

Mi hijo es un terrorista


Gaby Alicea // Buenas Nuevas
@GabyAliceaMusic
Una noche llegué cansado a mi casa, luego de un largo día de trabajo, con el único deseo de acostarme a dormir. Era uno de esos días en que el cansancio es tanto que dudas en bañarte, esos días que te pesa hasta quitarte la ropa. Me senté en el sofá a analizar la situación y pensé: “Es que si me baño se me quita el sueño, pero si no lo hago seré señalado por la sociedad y Dios no me lo perdonará.”
Así que por mi salvación me bañé. Me puse cómodo, tomé un poco de agua y ya estaba listo para ir a dormir. Entré al cuarto oscuro y todo se veía normal, mi hijo menor durmiendo en su cunita, mi esposa a un lado de la cama y mi hijo mayor ocupando un 60% de mi lado de la cama. Estaba tan cansado que era horrible tener que mover a este chamaco de 30 libras. Sin fuerzas lo empujé a un lado, abriendo el espacio para poder descansar. Por fin, allí me encontraba, decidido a dormir toda la noche. Sin pensarlo dos veces, me dejé caer de espalda en mi cómodo y acolchonado lado de la cama. 

Pero lo menos que encontré fue descanso ya que descubrí un juguete de Baymax de Big Zero 6 escondido debajo de la sábana. Fue la primera vez en mi vida que hice un descubrimiento con la espalda. Quise gritar muy fuerte, pero despertar a mi esposa es como levantar a Godzilla. Sentía una corriente que corría por todo mi cuerpo, no podía moverme. En ese instante deseaba jamás haber comprado ese enorme juguete rojo con alas y mejor haber invertido en un peluche de Build-a-Bear Workshop. No pude moverme por horas, no pude pedir auxilio, no pude dormir, solo deseaba que saliera el sol y que mi esposa se despertara para que me cogiera los vitales; yo sentía que moría lentamente, fue horrible, fue como un atentado. Por primera vez sentí que dormía con un terrorista. 

Hay veces en que como padre sufro algunos accidentes provocados por mis hijos. Como cuando me guayan el carro nuevo con una piedra, como cuando sumergen mis espejuelos en el inodoro, como cuando tapan el lavamanos con una bola de plastilina o como cuando llenan mis zapatos con gelatina… Todo eso parece un acto terrorista bien planificado, que me pudiera llevar al borde del desespero. Pero no hago más que ver sus ojos, ver su sonrisa y no puedo hacer otra cosa que perdonarlos. No existe un amor tan grande como el amor de un padre. Así como el amor de Dios por nosotros, que día a día atentamos contra Él y aun así nos perdona. No importa cuántas veces mis hijos me fallen, nunca dejaré de amarlos y siempre estaré dispuesto a perdonarlos. Así es Dios.


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