@Amneris_Melende
Yo soy una madre lactante; amamanté a mi primer hijo, Abner, hasta los 2 años y tres meses y Ryan, quien tiene dos años y medio, aún es lactado. A pesar de que apoyo la lactancia y la crianza con apego no juzgo a quien no comparte mi filosofía de crianza.
Me molestan aquellas madres lactantes que critican, juzgan o señalan a las madres que no lactan a sus niños, cada cual ejerce su rol de madre como mejor le parezca. Las madres que no lactan a sus hijos, no son menos madres por eso, no se confundan. Sin embargo, me parece muy triste que hoy día tengamos que defender tanto la lactancia, si por lógica es lo mejor para cada niño.
Si Dios hace que mi cuerpo pueda producir un alimento perfecto para mis hijos, ¿por qué no dárselo?
Hemos evolucionado como sociedad en muchos aspectos, pero en otros estamos estancados debido a la ignorancia. Es un hecho que la leche materna le provee a los niños beneficios tanto físicos y emocionales que jamás podrán ser sustituidos por la leche artificial. Es un alimento ideal que hace a los bebés más saludables, con mayor coeficiente intelectual, previene alergias y obesidad, entre tantos otros beneficios. Seleccionar la lactancia como medio para alimentar a tu bebé es lo mejor, pero tengo que advertirte que es, por mucho, más sacrificado que alimentar con fórmula a tu bebé.
En mi caso, además de todos estos beneficios, ha reforzado una enseñanza y una promesa espiritual en mi vida. Me ha reafirmado que Dios es mi único proveedor y sustento.
Dios se ocupa de que cuando cada niño nazca tenga un alimento totalmente diseñado para suplir sus necesidades, que está disponible en todo momento y que debe ser brindado con amor y paciencia. Y así mismo es Dios con nosotros, se ocupa de nuestras necesidades y está disponible a todo momento para suplirlas. Nuestro Padre nos cuida con amor y paciencia, de la misma forma en la que deberíamos hacer las madres con nuestros hijos.
“Porque ustedes serán amamantados y saciados, y hallarán consuelo en sus pechos; beberán hasta saciarse, y se deleitarán en sus henchidos senos.” Isaías 66:11 (Nueva Versión Internacional)
Este versículo de la Biblia explica, de manera hermosa, lo que es para un niño la lactancia. Ya que con ella son saciados, hallan consuelo y se deleitan. Eso hace el Señor con cada uno de nosotros nos satura de bendiciones, nos consuela en las tribulaciones y nos maravilla con su presencia y gloria. Así como la leche materna provee a los niños salud física, mental y emocional, si nos mantenemos conectados con Dios y su fuente de alimento para nosotros, que es su palabra, crecemos sanos física, mental y emocionalmente también.
Si puedo entender que todo lo que Dios produce para mi vida es bueno y beneficioso para mí, que su provisión me hace crecer sana y fuerte; que él conoce lo que tengo y lo que me hace falta para ser mejor, debo confiar en su cuidado y amor.
Mi admiración a todas las madres, las que lactan y las que no. Pero mis grandes respetos para aquellas que con cada gota de leche materna le dicen te amo a sus hijos.
Si Dios hace que mi cuerpo pueda producir un alimento perfecto para mis hijos, ¿por qué no dárselo?
Hemos evolucionado como sociedad en muchos aspectos, pero en otros estamos estancados debido a la ignorancia. Es un hecho que la leche materna le provee a los niños beneficios tanto físicos y emocionales que jamás podrán ser sustituidos por la leche artificial. Es un alimento ideal que hace a los bebés más saludables, con mayor coeficiente intelectual, previene alergias y obesidad, entre tantos otros beneficios. Seleccionar la lactancia como medio para alimentar a tu bebé es lo mejor, pero tengo que advertirte que es, por mucho, más sacrificado que alimentar con fórmula a tu bebé.
En mi caso, además de todos estos beneficios, ha reforzado una enseñanza y una promesa espiritual en mi vida. Me ha reafirmado que Dios es mi único proveedor y sustento.
Dios se ocupa de que cuando cada niño nazca tenga un alimento totalmente diseñado para suplir sus necesidades, que está disponible en todo momento y que debe ser brindado con amor y paciencia. Y así mismo es Dios con nosotros, se ocupa de nuestras necesidades y está disponible a todo momento para suplirlas. Nuestro Padre nos cuida con amor y paciencia, de la misma forma en la que deberíamos hacer las madres con nuestros hijos.
“Porque ustedes serán amamantados y saciados, y hallarán consuelo en sus pechos; beberán hasta saciarse, y se deleitarán en sus henchidos senos.” Isaías 66:11 (Nueva Versión Internacional)
Este versículo de la Biblia explica, de manera hermosa, lo que es para un niño la lactancia. Ya que con ella son saciados, hallan consuelo y se deleitan. Eso hace el Señor con cada uno de nosotros nos satura de bendiciones, nos consuela en las tribulaciones y nos maravilla con su presencia y gloria. Así como la leche materna provee a los niños salud física, mental y emocional, si nos mantenemos conectados con Dios y su fuente de alimento para nosotros, que es su palabra, crecemos sanos física, mental y emocionalmente también.
Si puedo entender que todo lo que Dios produce para mi vida es bueno y beneficioso para mí, que su provisión me hace crecer sana y fuerte; que él conoce lo que tengo y lo que me hace falta para ser mejor, debo confiar en su cuidado y amor.
Mi admiración a todas las madres, las que lactan y las que no. Pero mis grandes respetos para aquellas que con cada gota de leche materna le dicen te amo a sus hijos.
Autora del libro:
Los hijos…¡Grandes maestros!