8 de enero de 2014

ESTILO DE VIDA: NO TEMAS, DIOS ESTÁ CONTIGO…

dios te cuida
Joel Hernández// BUENAS NUEVAS 
Grupo Puerto de Milagros
Es hora de enfrentar el temor de que no eres importante. Toma esto en serio. El temor de que eres un cero a la izquierda se convertirá en una profecía que se cumplirá y te arruinará la vida. Tu sueldo cubre los gastos, pero nada más. Los talentos que Dios te dio languidecen como rosas que no han sido regadas. Fracasas terriblemente y desciendes otro escalón hacía el sótano de la derrota auto producida. El temor a ser insignificante crea el resultado temido, llega al lugar que trata de evitar, facilita el panorama que desprecia. Te vas a sentenciar a una vida llena se tristeza sin posibilidad de libertad condicional.



El temor a desilusionar a Dios nos consume. Los recuerdos de los errores despiertan un temor aislado, el temor de que hemos desilusionado a la gente, que le hemos fallado al equipo, que no hemos dado el rendimiento esperado. El temor de que, cuando nos necesitaron, no hicimos lo que debimos, de que otros sufrieron debido a nuestros errores y fallos. Por supuesto quien algunos quisiéramos cambiar nuestros errores garrafales. Pensamientos que encarcelan, un pasado que te persigue, errores que te marcaron y te preguntas: "Podría Dios alguna vez perdonarme?" "Él me dio una esposa y lo arruiné todo. Él me dio hijos; yo lo arruiné todo". Ten presente que quizás si, hayas fracasado pero no eres un fracaso. Dios vino por personas como nosotros. El miedo de desilusionar a Dios tiene dientes. Pero Cristo tiene fórceps. En su primera referencia al temor, hace el trabajo de quitar los colmillos. "Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados"(Mateo 9:2). Fíjate como Jesús coloca "ten ánimo" y "pecados perdonados" en la misma frase.

Jesús le dijo estas palabras a una persona que no se podía mover. A "un paralítico, tendido en una cama.." Aquel discapacitado no se podía valer por el mismo, pero tenía cuatro amigos, y estos tuvieron un presentimiento. Cuando se enteraron de que Jesús iba a visitar a su ciudad, cargaron a su amigo en una cama y fueron a ver al Maestro. Una audiencia con Cristo podría resultar bien para su amigo. Una audiencia de solo personas en pie llenó completamente el lugar en donde Jesús habló. La gente se sentaba en las ventanas, se apretujaba en las puertas. Como eran la clase de personas que desisten fácilmente, los amigos urdieron un plan. "Y como no podían acercarse a Él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba y habiendo una apertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico"(Marcos 2:4). Una estrategia arriesgada. No sabemos la reacción del dueño de la casa ni la del hombre en la camilla. Sabemos que Jesús no puso objeciones. Mateo casi pinta una sonrisa en su rostro. Cristo articula una bendición antes de que se la pidieran. Y pronunció una bendición que nadie esperaba, "Ten ánimo, hijo; tus pecados ten son perdonados"(Mateo 9:2). Es que Jesús estaba pensando en nuestro problema más profundo; el pecado. Estabas considerando nuestro temor más profundo: Fallarle a Dios. Antes de sanar el cuerpo, Jesús trató con el alma. "Ten ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados".

Escrito por: Iris N. Torres Padilla


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