30 de diciembre de 2013

JÓVENES: ¿CONVERSAMOS?

conversación de jovenes

Erika Michael// BUENAS NUEVAS
@ErikaMichael12

Creo que todos ya lo hemos visto. La clásica escena del Chavo del Ocho junto a su mejor amigo, Kiko, tratando de tener una conversación. Kiko tratando de decirle algo al Chavo, pero el Chavo persiste en interrumpirlo, hasta que no aguanta más y le grita: ¡Ay cállate, cállate, cállate que me desesperas! No quiero excusar la agresividad de Kiko, pero es que de verdad el Chavo algunas veces, o sea casi siempre, desesperaría a cualquiera. En verdad me da pena el Chavo, pero tal vez si le diera espacio a otros a hablar se pudiera evitar un grito de Kiko, o un pellizco de Don Ramón o tantos otros problemas.

Sé que al Chavo no es el único al que le sucede esto. Todos conocemos a alguien que se comporta de la misma manera o tal vez nos hemos comportado nosotros mismos así. Esto de escuchar en vez de hablar se vuelve un poco complicado porque somos excelentes dando opiniones. En Idol PR todos somos Topy. En el pre-mundial de baloncesto todos éramos el entrenador Paco Olmos. Estábamos en la esquina de Tito Trinidad y no podíamos entender porqué Tito no hacía lo que le estábamos gritando desde el sofá de nuestra casa.

Se vuelve aún más complicado porque en una conversación normal el ser humano habla a una velocidad de 125 palabras por minuto, pero nuestro cerebro tiene la capacidad de entender 400 palabras por minuto. Esto significa que cuando escuchamos a alguien hablar estamos utilizando el 30% de nuestra capacidad. Nos queda el otro 70% para hacer cualquier otra cosa. O sea, viajar en el espacio, hacer la lista del día, decidir qué comeremos, ver los textos, verificar el Facebook y Twitter, planificar lo próximo que diremos mientras alguien nos habla.

Hace algún tiempo los jóvenes SAL de nuestra iglesia realizamos un evento que le llamamos el restaurante SAL. Era algo sencillo. Preparamos un salón como un restaurante y teníamos café, galletas y "picadera" e incluso, teníamos meseros tomando órdenes en mesas para dos. ¿Qué hicimos? Invitamos a los jóvenes a que asistieran. La idea era sentarnos con ellos a escucharlos. Simplemente a escucharlos. Para sorpresa nuestra eran tantos que tuvimos que hacerlo dos días para poder tener el tiempo de sentarnos dialogar. Queríamos conocer sus historias. Que supieran que importan. Que al menos a nosotros nos importan. ¡Qué sorpresa cuando descubrimos que no era simplemente que nosotros queríamos escucharlos, sino también que ellos estaban hambrientos de que alguien se sentara a escucharlos!

Esto no es una necesidad exclusiva de aquel día en el restaurante SAL, ni una necesidad exclusiva mía. La gente que te rodea: tus amigos, familiares, tu pareja, compañeros también necesitan de alguien que los escuchen. ¿Cuándo fue la última vez que después de un buen juego de baloncesto le preguntaste a tu amigo como le iba en la vida? ¿Cuándo fue la última vez que te sentaste a dialogar con tu pareja y permitiste que compartiera sus inquietudes? ¿Y no simplemente escuchar lo que tú quieres oír sino escuchar y entender la preocupación de su corazón? ¿Cuándo fue la última vez que dejaste que tu abuelo te contara de sus largas anécdotas de su juventud sin tener prisa?

Santiago 1:19 dice: Por eso, amados hermanos míos, todos ustedes deben estar dispuestos a escuchar, pero ser lentos para hablar. Me fascina cómo está presentado este principio en la Biblia. No es un misterio teológico ni rebuscado. No hay que tener un doctorado en religión para comprenderlo. Es práctico. Sencillo. Asegúrate de escuchar a la gente cuando te hablan. Aguántate. Yo sé que quieres decir mil cosas. Sé que tienes opiniones respecto al tema. Pero primero escucha.

A mí me fascina conversar. Si tengo gente en el carro apago el radio porque quiero conversar. ¡Qué mejor que con buenos amigos para soñar en voz alta y contarle mis inquietudes y mis inseguridades! Pero no sólo contar mis sueños sino también salirme del medio y escuchar los sueños de otros y celebrarlos. No sólo que escuchen mis inquietudes sino también escuchar y comprender la necesidad del otro.

Peter Drucker, quien es considerado el padre de las ciencias de la administración empresarial del siglo 20 y que escribió más de 130 libros sobre el tema de la comunicación, dijo: “La pieza más importante de una buena comunicación es saber escuchar”. Existen momentos que más que escuchar tu opinión hay gente en busca de alguien que los escuche. En ocasiones el escuchar se vuelve el acto de compasión y empatía que alguien necesita.

Escucha detenidamente. No sólo sus palabras sino también su corazón. Míralo a los ojos (a menos que estés guiando por favor). No permitas que el 70% de tu cerebro se apodere de ti y concéntrate en lo que te están diciendo. Aunque no estés de acuerdo, ten empatía y compasión; no lo juzgues. No siempre tienes que tener la solución ni te preocupes por no tener una respuesta pues a veces un “estoy aquí contigo” es suficiente.

Si te gusta hablar como a mí, no dejes de hablar. Si te gusta opinar como a mí, no dejes de opinar. Ahora bien, recordemos que nuestra capacidad de escuchar a los demás habla mucho de nuestro carácter, revela nuestro verdadero interés y cuanto realmente nos importa. ¿Qué crees si hoy le regalas una buena conversación a un amigo?

Escrito por: José Pimentel// @JosePi_1215

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