Ruben Albert, Esperanza de Vida//
Especial de BUENAS NUEVAS
Hace unos días, al despertarme y
asomarme por la terraza, me llamó la atención el sol tan veraniego que
hacía; un sol poco normal para las fechas en las que estamos.
Aquí en España, el mes de Enero suele
tener muy pocos días de sol y calor. Este era uno de ellos.
Decidí aprovechar la buena temperatura y
salí lo más deprisa que pude a dar un paseo por la playa.
Al llegar al comienzo de la arena, pude
ver que yo era la única persona que había hasta donde alcanzaban mis ojos. Y
aproveché esta “soledad” para acercarme a la orilla del mar.
Sin pensarlo ni un instante me senté en
la arena, tan cerca del agua que, tuve que retroceder en 2 ocasiones para no
mojarme con las pequeñas olas.
Comencé a repasar mentalmente todo lo
que había vivido durante un año antes.
Los recuerdos, imágenes, sonidos,
experiencias, me inundaron de manera que, no pude evitar comenzar a llorar.
Al principio ni siquiera entendía por
qué estaba llorando, pero en un instante pude comprender que, todos esos
recuerdos y sentimientos eran sueños que Dios había cumplido, y no me había
dado cuenta. Nunca me había parado a pensar en ello.
Comencé a agradecerle a Dios tantas
cosas que, pasaron 2 horas sin darme cuenta.
Sin mirar hacia ningún sitio y reparar
si había cerca alguien que me hiciera salir de ese momento tan especial,
comencé a cantar tan fuerte como pude una canción. Quise decirle al Señor:
“…Mi Jesús, quiero estar cerca de ti,
para adorarte y decir que eres mi principio y fin, la razón de mi existir, y
todo es por ti.
< intentaba acordarme y seguir cada
acorde, cada arreglo y detalle de esta canción >
¡…Mi Jesús, amado Señor, déjame estar
junto a ti, para poderte decir, que sin ti no se vivir, que mi vida acabará si
tú no estás.
Lo mejor que me ha ocurrido ha sido tú,
y todo lo que hiciste en esa cruz. No me cansaré de amarte y decirte…”
< Tuve que parar de cantar porque,
apenas podía pronunciar ni una palabra más. Me inundó de tal manera la
Presencia de Dios, que ni sabía lo que estaba ocurriendo. >
Pasaron unos minutos y con todas mis
fueras pude decirle:
“…Te necesito, ya no puedo continuar, si
a mi lado tú no estás. Te necesito, nada vale para mí, si tú no estás aquí. Te
NECESITO, quédate Señor, cerca de mí.”
Cuando dejé de llorar, aproveché para
pensar en todas las cosas que, desde ese momento hasta un año después, me
quedan por vivir.
Me levanté y comencé a andar por la
orilla del mar. Y cuando llevaba un rato andando comencé a orar:
< Señor, realmente te necesito. No
puedo continuar si no estás a mi lado. Si no caminas junto a mí prefiero no
moverme, prefiero no vivir. Gracias Señor, porque hasta el día de hoy, puedo
ver tus huellas junto a las mías. Y así es como quiero seguir. >
Suminstrado
por: http://esperanzadevida.net/blogev/?p=186